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COP26: una cumbre decisiva para mantener vivo el objetivo de los 1,5 grados

Este noviembre, el Reino Unido acogerá en Glasgow la 26ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la COP26. Esta cumbre, que toma el relevo de la COP25 en Madrid, será clave para que los países abordemos la enorme amenaza del cambio climático, y trabajemos para construir un futuro más limpio y próspero.

Las metas para abordar la crisis climática son claras. En 2015, los dirigentes mundiales firmaron el Acuerdo de París, comprometiéndose a limitar los aumentos de temperatura global muy por debajo de los 2 grados centígrados, concretamente en 1,5 grados, porque la ciencia nos dice que, de este modo, se evitarían los peores efectos del cambio climático.

¿Por qué es tan importante alcanzar esta cifra? Cada fracción de grado marca una gran diferencia. Un aumento medio de la temperatura global de 2 grados haría que cientos de millones de personas más se vieran afectadas, y el doble de plantas y tres veces más especies de insectos perdieran grandes extensiones de su hábitat.

El análisis científico independiente del Climate Action Tracker estima que si los países mantienen sus objetivos actuales de reducción de emisiones, estaremos en torno a un aumento medio de la temperatura en el planeta de 2,4 grados. Es un avance con respecto a las estimaciones del año pasado por estas fechas, pero queda mucho por hacer: para limitar el calentamiento a 1,5 grados, debemos reducir las emisiones globales a la mitad para 2030. Así que esta es la década decisiva.

Como presidente designado de la COP26, estoy convencido de que este debe ser el momento en el que todos los países y todos los sectores de la sociedad asuman su responsabilidad de proteger nuestro planeta y mantener vivo el objetivo de 1,5 grados. Y tenemos un plan claro para lograrlo:

Primero, el mundo debe encaminarse hacia la reducción de emisiones, hasta alcanzar la neutralidad en las emisiones netas a mediados de siglo. La manera de lograrlo es que los países presenten objetivos y trayectorias claras y creíbles de reducción de emisiones y, en este sentido, doy la bienvenida a la ley de cambio climático aprobada recientemente en España, que consagra ese objetivo para 2050.

También necesitamos ver acciones en los sectores más contaminantes. Si queremos tomar en serio el objetivo de 1,5 grados, Glasgow debe ser la COP en la que la energía del carbón pase a la historia, se aborde la deforestación y se ponga fin a los vehículos contaminantes. España ha mostrado un gran liderazgo al aplicar una eliminación gradual del carbón, con una caída récord del 90% en la generación de energía por carbón en dos años y a través de una ley que pondrá fin a la venta de nuevos vehículos con motor de combustión para 2040.

Nuestro segundo objetivo es proteger a las personas y la naturaleza de los peores efectos del cambio climático. La manera de lograrlo es contar con defensas contra inundaciones, sistemas de alerta y otros esfuerzos vitales para minimizar, evitar y abordar las pérdidas y los daños causados por la crisis climática.

Sin financiación, la tarea que tenemos por delante es casi imposible. Por ello, es clave que los países desarrollados entreguen los 100.000 millones de dólares al año que prometieron para apoyar a los países en desarrollo. En este sentido, el Reino Unido ya ha comprometido más de 13.000 millones de euros entre 2021 y 2025. Todos los países desarrollados deben dar un paso al frente, es una cuestión de confianza.

No habrá forma de lograr estos objetivos si no es a través de la colaboración y el consenso entre los gobiernos. Durante mi reciente visita a Madrid, la vicepresidenta del Gobierno español Teresa Ribera y yo reafirmamos nuestra determinación de cooperar estrechamente y ser un ejemplo, así como de fomentar una mayor acción climática, especialmente de las principales economías del mundo. También me reuní con empresas y la sociedad civil, que serán cruciales para promover la colaboración internacional e impulsar la ambición en sectores críticos.

La recuperación de la COVID-19 debe ser una oportunidad para repensar nuestras economías y construir un futuro mejor, con empleos verdes y un aire más limpio.

Por ello, hago un llamamiento a todos los países para que redoblen sus esfuerzos porque la COP26 es nuestra última esperanza de mantener viva la meta decisiva de 1,5 grados.

Este es el momento. No hay segundas oportunidades. Aprovechémoslo juntos.

Fuente: El Diario