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EE UU sale del Acuerdo de París: ¿qué pasa ahora con la lucha climática?

Hasta este 4 de noviembre tan solo siete países permanecían al margen del Acuerdo de París frente a los casi 190 que sí se han adherido a este pacto internacional contra el cambio climático. Este miércoles se ha consumado la salida de París de Estados Unidos, que se alinea así con Eritrea, Irán, Irak, Libia, Sudán del Sur, Turquía y Yemen. Sin embargo, ninguno de ellos tiene ni la importancia ni ha contribuido tanto a generar el problema del calentamiento global como EE UU, el país que ha expulsado más gases de efecto invernadero a la atmósfera en la historia (aunque actualmente sea el segundo emisor por detrás de China).

En abril de 2016, Barack Obama, entonces presidente estadounidense, ratificó el Acuerdo de París, lo que ayudó a que el tratado entrara en vigor hace hoy justo cuatro años. Pero el republicano Donald Trump, su sucesor y furibundo detractor de todas las políticas medioambientales de Obama, anunció que sacaría a su país del tratado. La salida no se ha podido hacer efectiva hasta ahora debido a varias cláusulas incluidas en el acuerdo climático. Y puede quedarse en una anécdota en el caso de que Joe Biden logre vencer a Trump en las elecciones presidenciales. El demócrata ha dejado claro que regresará lo antes posible. Estas son algunas de las claves sobre lo que puede ocurrir a partir de ahora con el Acuerdo de París y la lucha internacional contra el calentamiento global.

¿Qué es el Acuerdo de París?

Los negociadores de casi 200 países cerraron el Acuerdo de París el 12 de diciembre de 2015 en la capital francesa. Es el pacto internacional que debe sustituir al Protocolo de Kioto, que data de 1997 y cuya vigencia termina el 31 de diciembre de este año. Ambos tratados son fruto del desarrollo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de la ONU (1992). Trump solo ha denunciado el Acuerdo de París, por lo que Estados Unidos seguirá formando parte de la convención, al igual que otros 195 países (prácticamente todos los del mundo).

El objetivo del pacto cerrado en la capital francesa hace cinco años es lograr las reducciones de gases de efecto invernadero necesarias para que el calentamiento global, que ahora es irreversible, sea lo menos catastrófico posible. El acuerdo fija como meta que el aumento de la temperatura media del planeta no supere los 2 grados respecto a la era preindustrial y que en la medida de lo posible se quede por debajo de 1,5 (el calentamiento ronda ya 1 grado).

¿Cómo se logran sus objetivos?

Para conseguir esa meta todos los países que se adhieran deben presentar planes de recorte de sus emisiones, que se conocen por el nombre de “contribuciones determinadas a nivel nacional” (NDC, sus siglas en inglés). A diferencia del Protocolo de Kioto, el Acuerdo de París obliga a todos los firmantes a recortar sus gases de efecto invernadero; en el caso de Kioto solo debían hacerlo los países desarrollados. Pero, para lograr que EE UU no se volviera a descolgar del pacto, como ocurrió con Kioto, el texto de París se limpió de fórmulas vinculantes y de metas concretas impuestas desde el tratado a los países firmantes. Es decir, el objetivo de cada plan nacional de recorte lo establece cada Gobierno voluntariamente. Luego, la suma de todos esos planes debe colocar al planeta en la senda del 1,5 y los 2 grados. En estos momentos, las propuestas de todos los firmantes no son suficientes y llevarían a un incremento de la temperatura media de al menos 3 grados, según los cálculos de Naciones Unidas.

¿Qué efectos tiene la salida de EE UU?

Lo que ocurra con el Acuerdo de París y la lucha contra el cambio climático depende ahora en gran medida del resultado electoral en EE UU. Si gana Biden, el país norteamericano podría regresar de forma muy rápida al pacto. “Estados Unidos puede volver a adherirse al Acuerdo de París en cualquier momento”, explica un portavoz del área de cambio climático de la ONU. En su programa el demócrata asegura que “el día 1” de su mandato (que arrancará el 20 de enero si gana) reincorporará a su país al tratado. Si Biden emplea la misma vía que usó Obama para adherirse en 2016 —una orden ejecutiva—, un mes después de dictar esa norma EE UU volvería a estar dentro de París, como establece el propio acuerdo en su articulado. Es decir, para febrero o marzo Estados Unidos podría haber vuelto.

¿Qué plan de recortes plantea Biden?

La duda siguiente, que Biden no ha aclarado en su programa, es el plan de recorte de emisiones (NDC) que se fijará el demócrata y las metas concretas. Cuando en 2014 se estaban discutiendo los detalles del Acuerdo de París, la Administración de Obama estableció un objetivo de recorte para 2025 de entre un 26% y un 28% respecto a los niveles de 2005. Para lograrlo su Gobierno había aprobado un programa de energía limpia, que fue frenado por el Tribunal Supremo de EE UU primero y luego derogado por Trump. Según la consultora Rhodium Group, en 2019 las emisiones de EE UU habían caído un 12,3% respecto a los niveles de 2005. Biden ha prometido un plan de dos billones de dólares para impulsar las renovables y la transición energética. Se ha comprometido a que su país alcance las emisiones netas cero en 2050, aunque no ha establecido todavía ninguna meta específica para 2025 o 2030, que es la que debe aparecer en la NDC de su país.

¿Y si gana Trump?

Si Trump es reelegido no habrá en el corto plazo ningún gran efecto. Incluso, EE UU podría seguir participando en las negociaciones anuales ya que sigue siendo miembro de la convención de la ONU sobre cambio climático, explican las mismas fuentes de Naciones Unidas. Este país deberá seguir presentando sus inventarios anuales de gases de efecto invernadero, por ejemplo. Eso sí, el Gobierno federal no se fijaría como ha hecho la inmensa mayoría del mundo objetivos de recorte de emisiones.

El problema es que Estados Unidos es un actor imprescindible en la lucha contra el cambio climático. Imprescindible porque acumula casi el 14% de todos los gases de efecto invernadero del mundo y porque es uno de los países que más debería ayudar económicamente a los Estados menos desarrollados a afrontar las consecuencias negativas de un calentamiento al que ellos casi no han contribuido. El Acuerdo de París establece como meta también la movilización de 100.000 millones de dólares al año para ayudar a los países con menos recursos y Estados Unidos debería ser uno de los principales contribuyentes, algo que Trump rechaza de plano.

¿Puede haber un efecto contagio?

Algunos analistas temían hace cuatro años que el Acuerdo de París se desmoronara tras el portazo de Trump. Pero no se ha producido un efecto contagio. El único que se ha sumado al rechazo explícito al tratado siguiendo los pasos de Trump ha sido el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, que se ha negado a que su país (que acumula el 1,1% de las emisiones mundiales) lo ratifique. El resto de los que no se han adherido son países petroleros, como Irán (1,9% de las emisiones mundiales), Irak (0,5%) y Libia (0,15%), o países en graves dificultades como Eritrea, Sudán del Sur y Yemen, con emisiones prácticamente insignificantes en el escenario internacional. Este verano el Parlamento de Angola, otro de los países que aún no había ratificado el tratado, aprobó por unanimidad sumarse por fin al Acuerdo de París.

La salida de Trump no ha impedido tampoco que la Unión Europea (9,13% de las emisiones mundiales) haya seguido apostando por el Acuerdo de París y se haya comprometido a alcanzar en 2050 la neutralidad climática —que el balance entre los gases de efecto invernadero emitidos y los absorbidos por sumideros como los bosques sea cero—. La neutralidad para mediados de siglo es básica para cumplir la meta del 1,5 grados. China (29,7% de las emisiones) también anunció hace unas semanas que llegará a la neutralidad de carbono en 2060.

¿Qué otros actores son importantes?

El equipo de Trump ha realizado durante su mandato una contrarreforma medioambiental con la derogación de un centenar de normas y límites a las actividades más sucias y contaminantes. Además, ha situado en puestos clave de importantes organismos federales —como en la Agencia de Protección Ambiental— a negacionistas del cambio climático y personas vinculadas a la industria de los combustibles fósiles. Pero, paralelamente, dentro de Estados Unidos alcaldes y gobernadores de muchos Estados se han fijado metas de descarbonización y de reducción de emisiones. Y un gran número de multinacionales han asumido como propios los objetivos del Acuerdo de París. Todo esto, unido a los costes cada vez más competitivos de las energías renovables, limita algo el daño que cuatro años más de mandato de Trump podría hacer a la lucha contra el cambio climático.

Fuente: El País